El jueves marchamos a la isla de Ometepe, situada en el lago grande de Nicaragua, el Cocibolca, que comprende dos volcanes, el Concepción y el Maderas.
Llegamos en ferry y después de alojarnos fuimos al Ojo de agua, una piscina natural muy bonita donde nos dimos un baño y pasamos el día. Había una zona donde tirarte al agua con una especie de tirolina y donde me divertí mucho haciendo un poco el animal.
Al día siguiente alquilamos unas bicis y fuimos a ver los petroglifos, unas rocas talladas por los indígenas. Después seguimos recorriendo la isla en bici llegando hasta el pueblo grande de la isla, donde vimos tortugas, bebimos un fresco buenísimo (un fresco es un batido con hielo que se bebe en bolsa normalmente), llegamos hasta el puerto, pasamos por una panadería de horno tradicional donde compramos unas galletas y acabamos comiendo en un sitio con vistas al lago.
La mañana siguiente fuimos a la cascada de San Ramón, un salto de agua muy bonito en el que se estaba bastante fresco. Fue una excursión bastante tranquila para pasar el día.
Al día siguiente emprendimos el viaje de vuelta y en el ferry nos pasó algo que nos sorprendió, y fue que un chancho (un cerdo) saltó al agua del lago, como intentando liberarse del barco, y el ferry dio la vuelta para buscarlo sin fortuna al principio. Más tare y reanudando el camino lo vieron y lo rescataron, un hombre se lanzó al agua y lo amarraron con un salvavidas hasta que consiguieron subirlo al barco, lo cual creó mucha expectación entre los pasajeros y también hizo que perdiéramos el primer autobús de vuelta. Toda una aventura.
Un Pisón por Nicaragua
lunes, 9 de mayo de 2011
miércoles, 4 de mayo de 2011
Semana Santa: Corn Island
En las vacaciones de Semana Santa decidimos ir a Corn Island, la isla nicaragüense del caribe que no podíamos perdernos. Fuimos en avión (bueno, en una avioneta grande) y mientras esperábamos en el aeropuerto de Managua un hombre nos contó que él se había caido tres veces con la dicha avioneta y que seguía vivo, por lo tanto eran seguras.
Llegamos a la isla grande y fuimos a dar un paseo por la playa, viendo el paraíso en el que nos encontrábamos. Más tarde descubrimos que había un torneo de béisbol en la isla esos días y nos acercamos al estadio, entramos y vimos un ambiente tremendo, gente bailando después de cada carrera, poniendo música en el estadio, todo lleno de gente... la primera vez que veía béisbol en vivo y una experiencia muy bonita.
Al día siguiente fuimos a la más grande y mejor playa de la isla grande, un paraíso de playa de arena blanca y agua turquesa y cristalina que nos impresionó, de película. No había olas, era una balsa, y se veía el fondo perfectamente. Tanto es así que podías encontrar estrellas de mar desde la superficie, observar los peces y ver todo el fondo del mar. Impresionante.
La mañana siguiente salimos en panga (lancha) a la isla pequeña (Little Corn Island) que nos aconsejaron que era más bonita. Llegamos y nos alojamos en un hospedaje parecido a los hostel, teníamos nuestras habitaciones y derecho a cocina. Paseamos por la isla de camino a las playas y vimos las playas paradisíacas del caribe en plena naturaleza: caminabas por una senda envuelta de árboles y vegetación hasta llegar a las palmeras y después a la arena blanca y al mar turquesa. Disfrutamos de la playa y más tarde volvimos a comer, cuando conocimos a un pescador que nos vendió pescados para hacerlos a la brasa en nuestro hospedaje. Al día siguiente quedamos con él para ir a pescar y... ¡pescamos! la experiencia estuvo muy bien, es una satisfacción cenar tu propia pesca a la brasa.
Un día después fuimos a hacer buceo con un monitor español que vivía en la isla. Hicimos una práctica de preparación y bajamos 6 metros por un coral donde vimos un montón de peces, rayas, tortugas, etc... otro mundo bajo el agua. Muy bien sólo que vimoms menos cosas que haciendo snorkel al día siguiente, cuando pudimos contemplar muchas cosas más, y peces como tiurones a una distancia de no más de 5 metros.
Disfrutamos mucho de la isla, de sus playas solitarias y de su naturaleza. La pequeña es una isla que te puedes cruzar andando en menos de media hora, no hay coches ni contaminación, el único medio de transporte son las bicicletas y las pangas y la luz funcionaba solo por la noche y a algunas horas del día. Los caminos más anchos son de cemento y de metro y medio, hay mucha vegetación y las playas son solitarias, pequeñas y paradisíacas. La gente de las islas habla poco español, hay gente que ni sabe, su idioma es inglés criollo o miskito (lenguas indígenas) así que a veces era difícil comunicarte en español e incluso en inglés.
En definitiva, siete días en un mundo paradisíaco donde me encantó perderme.
Llegamos a la isla grande y fuimos a dar un paseo por la playa, viendo el paraíso en el que nos encontrábamos. Más tarde descubrimos que había un torneo de béisbol en la isla esos días y nos acercamos al estadio, entramos y vimos un ambiente tremendo, gente bailando después de cada carrera, poniendo música en el estadio, todo lleno de gente... la primera vez que veía béisbol en vivo y una experiencia muy bonita.
Al día siguiente fuimos a la más grande y mejor playa de la isla grande, un paraíso de playa de arena blanca y agua turquesa y cristalina que nos impresionó, de película. No había olas, era una balsa, y se veía el fondo perfectamente. Tanto es así que podías encontrar estrellas de mar desde la superficie, observar los peces y ver todo el fondo del mar. Impresionante.
La mañana siguiente salimos en panga (lancha) a la isla pequeña (Little Corn Island) que nos aconsejaron que era más bonita. Llegamos y nos alojamos en un hospedaje parecido a los hostel, teníamos nuestras habitaciones y derecho a cocina. Paseamos por la isla de camino a las playas y vimos las playas paradisíacas del caribe en plena naturaleza: caminabas por una senda envuelta de árboles y vegetación hasta llegar a las palmeras y después a la arena blanca y al mar turquesa. Disfrutamos de la playa y más tarde volvimos a comer, cuando conocimos a un pescador que nos vendió pescados para hacerlos a la brasa en nuestro hospedaje. Al día siguiente quedamos con él para ir a pescar y... ¡pescamos! la experiencia estuvo muy bien, es una satisfacción cenar tu propia pesca a la brasa.
Un día después fuimos a hacer buceo con un monitor español que vivía en la isla. Hicimos una práctica de preparación y bajamos 6 metros por un coral donde vimos un montón de peces, rayas, tortugas, etc... otro mundo bajo el agua. Muy bien sólo que vimoms menos cosas que haciendo snorkel al día siguiente, cuando pudimos contemplar muchas cosas más, y peces como tiurones a una distancia de no más de 5 metros.
Disfrutamos mucho de la isla, de sus playas solitarias y de su naturaleza. La pequeña es una isla que te puedes cruzar andando en menos de media hora, no hay coches ni contaminación, el único medio de transporte son las bicicletas y las pangas y la luz funcionaba solo por la noche y a algunas horas del día. Los caminos más anchos son de cemento y de metro y medio, hay mucha vegetación y las playas son solitarias, pequeñas y paradisíacas. La gente de las islas habla poco español, hay gente que ni sabe, su idioma es inglés criollo o miskito (lenguas indígenas) así que a veces era difícil comunicarte en español e incluso en inglés.
En definitiva, siete días en un mundo paradisíaco donde me encantó perderme.
miércoles, 13 de abril de 2011
Séptimo fin de semana: Las Peñitas
Este fin de semana lo invertimos en pasar el sábado y el domingo en la playa. Quedamos en ir a pasar el sábado, cenar en el rancho de Lenin (nuestro profesor de surf y amigo) y quedarnos ahí a dormir después de salir de marcha por Las Peñitas.
El sábado llegamos a la playa por la mañana, después de haber comprado provisiones para la cena (llevamos ensalada, un par de sandías y algo de ron) y tuvimos un rato para alquilar unas tablas y hacer un poco de surf. En ese rato disfruté muchísimo, ya que empezaba a notar que me levantaba de la tabla bastante bien (algo un poco complicado con lo poco que llevamos practicado) y la sensación fue increíble, yendo encima de la tabla hasta que la ola no daba más de sí.
Ya por la tarde estuvimos jugando un rato a voley hasta que anocheció, cuando empezamos a preparar el fuego para hacer el pescadito a la brasa (del pescado, atún recién traído, se encargó nuestro anfitrión). El menú de la cena se componía de tortillas de maíz (tortillas son como fajitas) que envolvían el atún a la brasa, buenísimo, acompañado de ensalada con repollo (muy típico aquí), pimientos, cebolla, tomate y un poquito de chile. Cenamos muy rico como dicen aquí.
Después de la cena tomamos un poco de ron en la playa a la orilla de la hoguera y más tarde salimos de marcha. Acabamos la fiesta otra vez en la playa y nos fuimos a dormir al rancho de Lenin, una cabaña de dos pisos construida por él en primera fila de playa desde donde se ve toda la playa de Las Peñitas.
El domingo nos levantamos con algo de goma (resaca según los de aquí) y la pasamos en la playa entre descansos en la arena y baños refrescantes en el océano. Volvimos a comer pescadito recién pescado (esta vez frito) y disfrutamos de la calma que da el sonido de las olas hasta volver a casa.
El sábado llegamos a la playa por la mañana, después de haber comprado provisiones para la cena (llevamos ensalada, un par de sandías y algo de ron) y tuvimos un rato para alquilar unas tablas y hacer un poco de surf. En ese rato disfruté muchísimo, ya que empezaba a notar que me levantaba de la tabla bastante bien (algo un poco complicado con lo poco que llevamos practicado) y la sensación fue increíble, yendo encima de la tabla hasta que la ola no daba más de sí.
Ya por la tarde estuvimos jugando un rato a voley hasta que anocheció, cuando empezamos a preparar el fuego para hacer el pescadito a la brasa (del pescado, atún recién traído, se encargó nuestro anfitrión). El menú de la cena se componía de tortillas de maíz (tortillas son como fajitas) que envolvían el atún a la brasa, buenísimo, acompañado de ensalada con repollo (muy típico aquí), pimientos, cebolla, tomate y un poquito de chile. Cenamos muy rico como dicen aquí.
Después de la cena tomamos un poco de ron en la playa a la orilla de la hoguera y más tarde salimos de marcha. Acabamos la fiesta otra vez en la playa y nos fuimos a dormir al rancho de Lenin, una cabaña de dos pisos construida por él en primera fila de playa desde donde se ve toda la playa de Las Peñitas.
El domingo nos levantamos con algo de goma (resaca según los de aquí) y la pasamos en la playa entre descansos en la arena y baños refrescantes en el océano. Volvimos a comer pescadito recién pescado (esta vez frito) y disfrutamos de la calma que da el sonido de las olas hasta volver a casa.
Sexto fin de semana: Selva Negra
Este fin de semana salimos para Selva Negra, una reserva natural privada cercana a la ciudad de Matagalpa. Llegamos el sábado por la mañana y empezamos a recorrer varias de las diferentes rutas que había para hacer senderismo. El paisaje era muy bonito, todo de selva, naturaleza en estado puro y con menos calor del que suele hacer en León, lo cual también se agradece.
Conseguimos realizar cuatro sendas, tres de ellas bastante asequibles y otra un poco más difícil, con terrenos en subida pero muy bonita. Vimos monos aunque de lejos, en las copas de los árboles, y lo que más me llamó la atención eran los aullidos que producían, oyéndose desde cualquier lado de la reserva. Por la noche cenamos a la orilla del lago donde las ocas se bañaban y pudimos sentir más el frío que aumentaba.
Al día siguiente decidimos ir a caballo durante una hora, y nos lo pasamos muy bien yendo al principio lentos a lo largo de varios caminos y contemplando el paisaje, para más tarde, cuando ya empezamos a controlar los animales, correr algo más rápido al trote para darnos el gustazo de lanzar al caballo con más velocidad.
En definitiva, un fin de semana de excursiones y naturaleza en el que vimos un sitio admirable donde conocimos la selva y experimentamos nuevas sensaciones con los caballos.
Conseguimos realizar cuatro sendas, tres de ellas bastante asequibles y otra un poco más difícil, con terrenos en subida pero muy bonita. Vimos monos aunque de lejos, en las copas de los árboles, y lo que más me llamó la atención eran los aullidos que producían, oyéndose desde cualquier lado de la reserva. Por la noche cenamos a la orilla del lago donde las ocas se bañaban y pudimos sentir más el frío que aumentaba.
Al día siguiente decidimos ir a caballo durante una hora, y nos lo pasamos muy bien yendo al principio lentos a lo largo de varios caminos y contemplando el paisaje, para más tarde, cuando ya empezamos a controlar los animales, correr algo más rápido al trote para darnos el gustazo de lanzar al caballo con más velocidad.
En definitiva, un fin de semana de excursiones y naturaleza en el que vimos un sitio admirable donde conocimos la selva y experimentamos nuevas sensaciones con los caballos.
miércoles, 6 de abril de 2011
Quinto fin de semana: Isla de Juan Venado, León Viejo y laguna Sosoya
Este fin de semana lo dedicamos a visitar la isla de Juan Venado (cercana a las playas de las Peñitas, donde solemos ir bastante)y a ver las ruinas de León Viejo, junto con la laguna de Sosoya.
El sábado fuimos a las Peñitas para agarrar la barca que nos llevara a la isla Juan Venado. Fue una travesía que pasó por los manglares, cruzando con la lancha las aguas estancadas en las que pensamos encontrar más animales de los que vimos. Paramos en la playa donde pasamos el día y volvimos a hacer la ruta por los bonitos manglares, aunque seguimos sin encontrar los animales esperados.
El domingo fuimos a León Viejo para ver las ruinas de la antigua ciudad de León, destruida por un terremoto hace tiempo. Pudimos observar los edificios más importantes en sus partes más bajas, y una guía nos explicó la historia de la ciudad de León y todo lo sucedido en esa época. Desde lo alto de la ciudad pudimos contemplar uno de los lagos importantes de Nicaragua con los volcanes Momotombo y Momotombito al fondo.
Más tarde, y con mucho calor, nos dirigimos a la laguna de Sosoya, que, tras una andada por un camino polvoriento, pudimos contemplar la belleza del lugar. Es un lago en el interior del cráter de un volcán, un sitio único donde darse un baño. Es lo que más me gustó del fin de semana, ya que fue donde las vistas eran impresionantes, dignas de una postal, con sus volcanes al fondo formando una estampa perfecta.
El sábado fuimos a las Peñitas para agarrar la barca que nos llevara a la isla Juan Venado. Fue una travesía que pasó por los manglares, cruzando con la lancha las aguas estancadas en las que pensamos encontrar más animales de los que vimos. Paramos en la playa donde pasamos el día y volvimos a hacer la ruta por los bonitos manglares, aunque seguimos sin encontrar los animales esperados.
El domingo fuimos a León Viejo para ver las ruinas de la antigua ciudad de León, destruida por un terremoto hace tiempo. Pudimos observar los edificios más importantes en sus partes más bajas, y una guía nos explicó la historia de la ciudad de León y todo lo sucedido en esa época. Desde lo alto de la ciudad pudimos contemplar uno de los lagos importantes de Nicaragua con los volcanes Momotombo y Momotombito al fondo.
Más tarde, y con mucho calor, nos dirigimos a la laguna de Sosoya, que, tras una andada por un camino polvoriento, pudimos contemplar la belleza del lugar. Es un lago en el interior del cráter de un volcán, un sitio único donde darse un baño. Es lo que más me gustó del fin de semana, ya que fue donde las vistas eran impresionantes, dignas de una postal, con sus volcanes al fondo formando una estampa perfecta.
jueves, 24 de marzo de 2011
Cuarto fin de semana: Estelí, reserva natural de Miraflor y salto de la Estanzuela.
Este fin de semana nos dirigimos a Estelí para conocer la reserva natural de Miraflor y hacer alguna excursión. El viernes agarramos el autobús en la terminal de León, donde los conductores casi te persiguen gritando el destino al que van sin parar para que subas a su bus: "vamos chele, Managua, Managua, Managua!!" esto es así porque normalmente hasta que no se llena el autobús no sale, por eso te buscan con tanto ímpetu.
Nos montamos en uno de esos autobuses amarillos como el de "Los Simpsons" que tiene una distancia dentre asientos irrisoria, ya que las rodillas tocan el asiento delantero (si las consigues encajar). Además de eso hay gente que viaja de pie, agarrados en dos barras que están unidas al techo, y hay trayectos en los que el encargado de cobrar (un tío a parte del conductor) encaja a la gente como si fuera un tetris espalda con espalda.
El sábado fuimos pronto a la reserva natural de Miraflor, y nos sorprendió la baja temperatura que había, y hasta que no salió el sol de entre las nubes pasamos algo de frío. Fue un día de andada suave, sin muchas subidas, viendo los paisajes de la reserva y su fauna (caballos, vacas, cerdos -o como lo llaman aquí, chanchos-) y adentrándonos de vez en cuando en la selva. Llegamos a observar de lejos una laguna que nos decepcionó un poco ya que nos dijeron que era propiedad privada y no pudimos acercarnos.
Por la tarde paseamos por Estelí viendo su centro, parque y la catedral y el domingo fuimos al salto de la estanzuela, una cascada de unos 25 metros o más con una poza muy bonita donde poder bañarse, y ahí pasamos el día dándonos algún baño que otro. La cascada es muy bonita, es un lugar de naturaleza pura que solo se ve afectada por lo poco que la gente de aquí cuida el medio ambiente, tirando la basura donde les viene en gana, una pena. Además el domingo había mucha gente aunque podías bañarte sin problemas (el agua está fría, de río, y para la gente de aquí es como si estuviese helada), además coincidimos con una excursión organizada que venían de León de bastante gente (dos buses) que gracias a que nos acogieron para volver con ellos (no sin regatear el precio, que intentaron subir una vez montados en el bus) no tuvimos que volver pronto a Estelí a agarrar el bus a León (que salía pronto) y pudimos disfrutar más el día.
Nos montamos en uno de esos autobuses amarillos como el de "Los Simpsons" que tiene una distancia dentre asientos irrisoria, ya que las rodillas tocan el asiento delantero (si las consigues encajar). Además de eso hay gente que viaja de pie, agarrados en dos barras que están unidas al techo, y hay trayectos en los que el encargado de cobrar (un tío a parte del conductor) encaja a la gente como si fuera un tetris espalda con espalda.
El sábado fuimos pronto a la reserva natural de Miraflor, y nos sorprendió la baja temperatura que había, y hasta que no salió el sol de entre las nubes pasamos algo de frío. Fue un día de andada suave, sin muchas subidas, viendo los paisajes de la reserva y su fauna (caballos, vacas, cerdos -o como lo llaman aquí, chanchos-) y adentrándonos de vez en cuando en la selva. Llegamos a observar de lejos una laguna que nos decepcionó un poco ya que nos dijeron que era propiedad privada y no pudimos acercarnos.
Por la tarde paseamos por Estelí viendo su centro, parque y la catedral y el domingo fuimos al salto de la estanzuela, una cascada de unos 25 metros o más con una poza muy bonita donde poder bañarse, y ahí pasamos el día dándonos algún baño que otro. La cascada es muy bonita, es un lugar de naturaleza pura que solo se ve afectada por lo poco que la gente de aquí cuida el medio ambiente, tirando la basura donde les viene en gana, una pena. Además el domingo había mucha gente aunque podías bañarte sin problemas (el agua está fría, de río, y para la gente de aquí es como si estuviese helada), además coincidimos con una excursión organizada que venían de León de bastante gente (dos buses) que gracias a que nos acogieron para volver con ellos (no sin regatear el precio, que intentaron subir una vez montados en el bus) no tuvimos que volver pronto a Estelí a agarrar el bus a León (que salía pronto) y pudimos disfrutar más el día.
domingo, 13 de marzo de 2011
Tercer fin de semana: Volcán Telica, Hervideros de San Jacinto y Las Peñitas
En este fin de semana decidimos hacer una excursión al volcán Telica, cercano a la ciudad de León. Llegamos a la zona y estuvimos viendo los hervideros de San Jacinto, unos agujeros humeantes en el suelo que prometían más de lo que fueron. Si que se notaba en calor en el suelo cuando pasabas cerca de ellos.
Más tarde contratamos dos guías que se comprometieron a subir al volcán con nosotros y a hacer noche arriba. Cuando nos dijeron que teníamos que contratar a dos guías nunca me imaginé que iban a ser dos chavales de 16 y 17 años que llevaban haciendo de guías desde los once años. Se pertrecharon con una mochila y dos machetes más grandes que un bate de béisbol (para la cantidad de vegetación en el camino, decían, aunque al principio nos dio bastante respeto) y comenzamos a andar.
Según ellos íbamos bastante lentos, y había alguna de nuestras chicas que empezaba a acusar el cansancio debido a que hacía mucho calor y el camino era muy polvoriento. Poco a poco fuimos ascendiendo por caminos cada vez más empinados y la noche empezaba a caer. La situación parecía difícil ya que de noche era peligroso subir por caminos donde podías tropezarte pese a llevar alguna linterna y también por el cansancio acumulado, tanto físico como psicológico. Hubo momentos en los que no sabíamos si parar a hacer noche o continuar, pero decidimos marchar haciendo paradas y más adelante el camino pasó a ser menos complicado y la luz de la luna (no era llena, pero daba luz como si lo fuera) nos permitía ver donde pisábamos. Al final llegamos al borde del cráter del volcán y tuvimos una sensación haber superado un gran reto, y la satisfacción de llegar a la cima es indescriptible.
Por la noche, y tras haber oído un derrumbe cercano, acampamos al aire libre en una ladera próxima al volcán donde no había peligro, y la verdad es que pasamos un poco de frío. Nos despertamos con la ilusión de ver la lava al fondo del volcán (ya que antes había mucho humo y no pudimos contemplarla) pero tuvimos mala suerte y el humo no había desaparecido pese al mucho viento que hacía. Poco antes del amanecer comenzamos el descenso que se hizo interminable, ya que estábamos muy cansados de dormir poco y de la andada y llegamos abajo muy fatigados y muy sucios, llenos de tierra del polvo que había por el camino. Me quedo con la experiencia de haber pasado una noche cubierto por un manto de estrellas al lado de un volcán increíble.
Las Peñitas
Como colofón a este fin de semana fuimos a la playa de Las Peñitas (cercana a Poneloya, donde ya estuvimos) el domingo a pasar el día, y la verdad es que estuvo genial, un día de sol, playa, y muchas olas que disfrutamos a tope y donde pudimos descansar. La playa de las Peñitas es muy bonita, pero hay que tener cuidado con las rocas (por eso se llama así), aunque hay zonas donde nos bañamos que no había ningún peligro. Es curioso como la gente de aquí suele bañarse vestido y nunca se alejan mucho de la costa debido a que pocos saben nadar (por eso no paran de decir que el mar es peligroso). Además he observado un detalle y es que hay gente que se baña con botellas de plástico de coca-cola vacías y cerradas, llenas de aire vamos, a modo de flotador.
Más tarde contratamos dos guías que se comprometieron a subir al volcán con nosotros y a hacer noche arriba. Cuando nos dijeron que teníamos que contratar a dos guías nunca me imaginé que iban a ser dos chavales de 16 y 17 años que llevaban haciendo de guías desde los once años. Se pertrecharon con una mochila y dos machetes más grandes que un bate de béisbol (para la cantidad de vegetación en el camino, decían, aunque al principio nos dio bastante respeto) y comenzamos a andar.
Según ellos íbamos bastante lentos, y había alguna de nuestras chicas que empezaba a acusar el cansancio debido a que hacía mucho calor y el camino era muy polvoriento. Poco a poco fuimos ascendiendo por caminos cada vez más empinados y la noche empezaba a caer. La situación parecía difícil ya que de noche era peligroso subir por caminos donde podías tropezarte pese a llevar alguna linterna y también por el cansancio acumulado, tanto físico como psicológico. Hubo momentos en los que no sabíamos si parar a hacer noche o continuar, pero decidimos marchar haciendo paradas y más adelante el camino pasó a ser menos complicado y la luz de la luna (no era llena, pero daba luz como si lo fuera) nos permitía ver donde pisábamos. Al final llegamos al borde del cráter del volcán y tuvimos una sensación haber superado un gran reto, y la satisfacción de llegar a la cima es indescriptible.
Por la noche, y tras haber oído un derrumbe cercano, acampamos al aire libre en una ladera próxima al volcán donde no había peligro, y la verdad es que pasamos un poco de frío. Nos despertamos con la ilusión de ver la lava al fondo del volcán (ya que antes había mucho humo y no pudimos contemplarla) pero tuvimos mala suerte y el humo no había desaparecido pese al mucho viento que hacía. Poco antes del amanecer comenzamos el descenso que se hizo interminable, ya que estábamos muy cansados de dormir poco y de la andada y llegamos abajo muy fatigados y muy sucios, llenos de tierra del polvo que había por el camino. Me quedo con la experiencia de haber pasado una noche cubierto por un manto de estrellas al lado de un volcán increíble.
Las Peñitas
Como colofón a este fin de semana fuimos a la playa de Las Peñitas (cercana a Poneloya, donde ya estuvimos) el domingo a pasar el día, y la verdad es que estuvo genial, un día de sol, playa, y muchas olas que disfrutamos a tope y donde pudimos descansar. La playa de las Peñitas es muy bonita, pero hay que tener cuidado con las rocas (por eso se llama así), aunque hay zonas donde nos bañamos que no había ningún peligro. Es curioso como la gente de aquí suele bañarse vestido y nunca se alejan mucho de la costa debido a que pocos saben nadar (por eso no paran de decir que el mar es peligroso). Además he observado un detalle y es que hay gente que se baña con botellas de plástico de coca-cola vacías y cerradas, llenas de aire vamos, a modo de flotador.
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